Historia de las mujeres en la literatura / mesa redonda "Canto yo y la montaña baila"
CONCLUSIONES DE LA MESA REDONDA SOBRE EL LIBRO “CANTO YO Y LA
MONTAÑA BAILA”
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Una de las conclusiones que nos ha hecho ver el
libro, es cómo el papel de la mujer en el medio rural ha cambiado en la
historia, donde aunque queda mucho
trabajo que realizar en pro de la igualdad. La lectura refleja como Sió reflejó
a una mujer sumisa que asumió su papel de cuidadora de su suegro, de sus hijos,
tuvo que sacar adelante una granja sin tener conocimientos, cuando su marido
murió mientras que su hija Mia a lo largo de los años, se empoderó y consiguió
su objetivo desde joven que era conseguir su propia carnicería en el pueblo y
ser una mujer independiente. Situación que refleja la evolución de las mujeres
en el mundo rural.
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Otra idea que ha surgido en el debate es la gran
importancia de la educación, se ha realizado la comparativa de la que se
realizaba antes, la diferencia cuando se era un niño a cuando se era una niña,
cosa que hoy en día esta situación ha cambiado y la clave para la igualdad es
la educación en valores de los y las menores, así como inculcarles una
independencia y la responsabilidad tanto fuera como dentro del hogar. Cómo la
cultura patriarcal que se tenía antes poco a poco se está quedando atrás,
fomentando la corresponsabilidad, clave para ello es la conciliación de la vida
laboral y familiar tanto en hombres como en mujeres.
- -También nos pareció interesante el comentario que aparece en el libro “El amor lo puede todo”, un comentario que viene de los domingos de misa, y cómo la religión católica y la institución de la iglesia ha contribuido a que las mujeres lo aguantaran todo en nombre de un amor que todo lo perdona por ser buena cristiana.
Mujeres escritoras: los datos de la brecha de género en la
literatura
“Para la mayor parte de la Historia, Anónimo era una
mujer”. Esta cita de la escritora feminista Virginia Woolf –Reino Unido,
1882-1941- critica la invisibilización que ha tenido la mujer en la literatura.
Relegadas a un segundo plano en la vida política, laboral y social, las mujeres
han tenido que luchar históricamente con el lugar que les habían asignado en el
mundo: el hogar y la familia.
Anónimos, como ella destaca, eran los autores de
grandes obras españolas como el Lazarillo de Tormes o el Cantar
del Mío Cid. También el de obras extranjeras como la mítica Las mil
y Una noches o La Saga de Erik el Rojo. Conocer la autoría de estos títulos
es imposible a día de hoy, pero sí se tienen datos de la huella que ha dejado
la mujer en la literatura.
Ínfimo
reconocimiento
La poca presencia de la mujer en los ámbitos
literarios puede comprobarse fácilmente a través de los galardones. El premio
literario internacional más conocido es sin duda el Nobel de Literatura. Desde su creación
en 1901 hasta 2017 ha premiado a 14 mujeres frente a 100 hombres.
Por otra parte, el reconocimiento más importante en
lengua castellana, el Premio Cervantes, tan sólo ha galardonado a cuatro mujeres
frente a 38 hombres desde que se instauró en 1976: María Zambrano (1988), Dulce María Loynaz (1992), Ana María Matute (2010) y Elena Poniatowska (2013).
Y otro premio con gran importancia en España, el
Premio Planeta, ha distinguido a 17 mujeres desde 1952. Entre las
últimas, Dolores Redondo en 2016 y Alicia Giménez Bartlett un año antes.
Mujeres bajo
seudónimo
“Las mujeres han vivido todos estos siglos como
esposas, con el poder mágico y delicioso de reflejar la figura del hombre, el
doble de su tamaño natural”, aseveraba también Virginia Woolf en Una
habitación con vistas.
Históricamente, una mujer no podía superar
intelectualmente a un hombre. Otra dificultad añadida a la hora de que muchos
editores se decidieran a publicar sus libros e incluso a que lectores quisieran
comprarlos. De ahí el uso de tantos seudónimos masculinos para ocultar su
identidad.
Entre ellas, las hermanas Brönte cambiaron sus nombres
–Charlotte, Emily y Anne- por otros masculinos. Precisamente Emily Brönte es la autora de
la famosísima novela Cumbres Borrascosas, su única novela.
También la autora de la célebre novela Mujercitas,
adaptada al cine bajo el mismo nombre, cambió su nombre como Luisa May
Alcott por
A.M. Barnard para muchos de sus escritos.
La famosa película Mary Poppins se
basa en un libro publicado bajo la autoría de P.L. Travers, siglas que en
realidad escondía el nombre de Pamela Lyndon Travers.
Y los seudónimos llegan incluso hasta el siglo XX, con
una de las autoras más famosas gracias a su saga de novelas Harry
Potter, J.
K. Rowling,
quien ocultó su nombre femenino (Joanne) por sus siglas pero también llegó a
utilizar el nombre de Robert Galbraith para El canto del cuco (2013).
Tras recibir una buena crítica por esa novela, acabó reconociendo su autoría.
Ocultarse para triunfar
En el siglo XVIII, algunos autores
publicaban en la prensa española con nombres femeninos porque sus reflexiones
trataban sobre la educación de las mujeres. Escribir sobre política, historia o
filosofía suponía la desaprobación social para muchas mujeres, que acababan
englobadas en categorías despectivas como “marisabidillas” o “bachilleras”.
Era más sencillo firmar con nombre de
mujer novelas de costumbre que libros de historia. Se aceptaba la participación
de las mujeres en la ficción novelesca siempre y cuando los objetivos, los
temas y tramas reforzaran la ideología de género dominante y no desafiaran los
roles establecidos para uno y otro sexo.
Otro de los impedimentos que condujeron
a las escritoras hacia los nombres masculinos fue la negativa constante cuando
trataban de acceder a los medios de difusión. Si querían que sus ideas
feministas tuvieran el mismo espacio que las de los hombres, tenían que
cambiarse el nombre, como le sucedió a Fernán Caballero.
En este juego literario que oculta un
juego de marketing en busca de engrosar las cuentas, sobrevive
la lucha de las mujeres
En el género negro en el que tan bien se
ha instalado Carmen Mola, durante décadas un mundo masculino dominado por
hombres, pero siempre con mucho más público femenino, el nombre dejó hace
tiempo de ser un problema y era más bien un reclamo.
Ahora, con el Premio Planeta, la
historia se sitúa en un nuevo punto de partida. Ya que detrás de este seudónimo
femenino se encuentran tres hombres, que han formado un personaje ficticio
donde le han dado vida, para escribir sus novelas.
Situación que después de que las mujeres hayan
tenido que luchar para que se visibilicen como escritoras durante muchos años
choca con que en la actualidad, no sólo el premio planeta de 2021 sino más
hombres utilicen el nombre de una mujer como campaña de márketing y poder tener
visibilidad en el terreno literario.
Operación comercial que ha tenido mucho éxito ya que generaba intriga, de hecho el premio ha creó mucha controversia en los medios y en las redes sociales.
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